domingo, 2 de marzo de 2008

El positivismo de Augusto Comte

AUGUSTO COMTE Y EL POSITIVISMO
Para contextualizar la vida de Auguste Comte, en el presente ensayo se iniciará con señalar algunos datos sobre su existencia y posteriormente se plasmarán sus ideas más sobresalientes; así como su impacto en la sociedad y la conceptualización de la filosofía del positivismo, corriente representativa de Comte.
Nació en Montpellier el 19 de enero de 1798. Desde muy temprana edad mostró un fuerte rechazo hacia el catolicismo tradicional y las doctrinas monárquicas. Logró ingresar como profesor de matemáticas en la Escuela Politécnica de París en 1814, pero en 1816 fue expulsado de este centro por haber participado en una revuelta estudiantil.
Durante algunos años fue secretario particular del teórico socialista Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon, cuya influencia quedaría reflejada en algunas de sus obras. Los últimos años del pensador francés quedaron marcados por la demencia, debida a las crisis de locura en las que se sumía durante prolongados intervalos de tiempo. Falleció el 5 de septiembre de 1857 en París.
El término “positivismo” fue utilizado por primera vez por Auguste Comte, eligió la palabra “positivismo” para señalar un sistema de filosofía basado en la experiencia y en el conocimiento empírico de los fenómenos naturales. En virtud de lo anterior, el positivismo considera a la metafísica y a la teología como sistemas de conocimientos imperfectos e inadecuados.
Comte, queriendo dar una respuesta a la revolución científica, política e industrial de su tiempo; apostó por ofrecer una reorganización intelectual, moral y política del orden social. Además, pensó que cualquier reconstrucción sólo era posible tras adoptar una actitud científica.
Afirmaba que el estudio empírico de los procesos históricos revela la que denominó “ley de los tres estadios”, que rige el desarrollo de la humanidad. Analizó estos tres estadios en su más importante y voluminosa obra, Curso de filosofía positiva. En ella afirmaba que, dada la naturaleza de la mente humana, cada una de las ciencias o ramas del saber debe pasar por tres estadios teoréticos diferentes: "el teológico o estadio ficticio; el metafísico o estadio abstracto; y por último, el científico o positivo". [1]
En el estadio teológico los acontecimientos se explican de un modo muy elemental apelando a la voluntad de los dioses o de un dios. En el estadio metafísico los fenómenos se explican invocando categorías filosóficas abstractas. El último estadio de esta evolución, el científico o positivo, supone el triunfo de la racionalidad positiva, en tanto que los hombres no buscan el origen del Universo sino las leyes generales de los fenómenos. Toda su atención se centra en averiguar cómo se producen éstos con la intención de llegar a generalizaciones sujetas, a su vez, a verificaciones observacionales y comprobables.
La obra de Comte es considerada como la expresión clásica de la actitud positivista, es decir, la actitud de quien afirma que tan sólo las ciencias empíricas se erigen en la adecuada fuente de conocimiento. Cada uno de estos estadios, afirmaba Comte, tiene su correlato en determinadas actitudes políticas. El estadio teológico tiene su reflejo en las ideologías que sostienen el derecho divino de los reyes. El estadio metafísico incluye algunos conceptos tales como el contrato social, la igualdad de las personas o la soberanía popular. El estadio positivo se caracteriza por el análisis científico o sociológico de la organización política.
Bastante crítico con los procedimientos democráticos, anhelaba una sociedad estable gobernada por una minoría de ilustrados que empleara el método científico para resolver los problemas humanos y para mejorar las nuevas condiciones sociales. Aunque rechazaba la creencia en un ser transcendente, reconocía el valor de la religión, en tanto que creía que ésta contribuía a la estabilidad social. En su obra Sistema de política positiva, propuso como aceptable una religión que estimulara una benéfica conducta social.
La filosofía positivista de Auguste Comte abandonó la especulación de lo sobrenatural en favor de la investigación científica. Según él, el conocimiento de todos los temas, desde la astronomía a la sociología, debería venir de la correlación de la evidencia empírica. El estudio sistemático de Comte de la estática y dinámica de la sociedad sentó las bases de la sociología moderna, que al principio llamó física social.
Comte hace un detallado y ambicioso análisis del desarrollo histórico de las diferentes ciencias, “clasificándolas en cinco fundamentales: astronomía, física, química, fisiología y física social o sociología”.[2]
Destaca la importancia de las matemáticas, cuyo valor se encuentra en la generalidad y en su posibilidad de convertirse en modelo de método racional; la astronomía es la aplicación de las matemáticas al orden de los astros; y, paulatinamente, analiza el valor de la química, la biología (a la que concede una importancia decisiva en el desarrollo del espíritu positivo) y otras disciplinas, hasta llegar a la sociología. Ésta es, para Comte, una verdadera “física social” y supone el análisis de los fenómenos sociales con una perspectiva semejante a la que se aplica en el análisis de los fenómenos físicos y astronómicos. Entendida como ciencia positiva, la sociología ofrecerá estrategias de previsión y de acción que permitan reformar adecuadamente la sociedad.
La obra de Comte es de una gran magnitud y no está exenta de polémica, ya que pretendía sistematizar los saberes más importantes de su tiempo y sentar las bases de una radical reforma del conocimiento. Conviene no perder de vista que Comte escribió su obra en un momento de gran dinamismo en la historia de Francia, cuando los proyectos de reforma liberal de la sociedad se abrían paso difícilmente en medio de la polémica política.
Según Comte, era necesario reivindicar una nueva forma de conocimiento basada en el valor de la ciencia positiva y crear una nueva ciencia, la sociología, que aplicara los avances científicos a la mejora de la sociedad. Su obra, que ejerció una gran influencia en su tiempo, se encuentra revestida de un carácter utópico y supuso una reforma de los conocimientos filosóficos convencionales.
Lo más ambicioso de su proyecto filosófico fue pretender responder a los avances de la ciencia, planteando la necesidad de que ésta sirviera para mejorar, no sólo el conocimiento, sino a la sociedad. Desafortunadamente los seres humanos a través de las generaciones y de historia hemos utilizado la ciencia también para fines destructivos y perjudiciales.
Hablando de tecnología, gracias a su desarrollo cada vez existe más contaminación del aire, agua y suelo; además también es usada por las grandes potencias para amedrentar con sus armamentos a otros países con menos recursos económicos.
Por lo que se refiere a la cuestión social “el saber” da poder a los dirigentes sociales y medios de comunicación para mantener a la gente enajenada, creándoles una conciencia de conformismo; incluso distrayéndola de los problemas sociales reales que presenta el país.
Los maestros ante estas situaciones, tenemos un gran compromiso como formadores de individuos en relación a la práctica de la ciencia positivista: Debemos promover en los alumnos el buen uso de la ciencia para la mejora de su entorno y el de los demás. Sabemos que tenemos que luchar con los medios de comunicación y con la tecnología que los bombardea por todos lados; pero aún así la escuela es la única institución que puede crearles conciencia de ello.

BIBLIOGRAFÍA:
- LARROYO, Francisco, La filosofía positivista, Editorial Porrúa, México 2000 8va. Edición.p.303.
- RONDEROS, Jorge, El concepto de familia de Augusto Comte, Universidad de Caldas, Marizales 1995.p.86.
- www.cibernous.com/autores/comte/teoria/biografia.html-13k-Cached

[1] www.cibernous.com/autores/comte/teoria/biografia.html-13k-Cached
[2] www.cibernous.com/autores/comte/teoria/biografia.html-13k-Cached

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